25 octubre, 2025

Interferencia de señales que altera la transmisión y genera errores en el mensaje recibido.

Hasta ahora se ha estado considerando que nuestros canales son capaces de transportar fielmente las instrucciones transmitidas. En la práctica no es así, por diversas causas, entre las cuales una de las más importantes es el ruido. Este término se emplea en el lenguaje de la ingeniería de las comunicaciones con una acepción más amplia que la vulgar. Ruido, en la telecomunicación, es toda señal espuria que se introduce involuntariamente en un canal y que tiende a enmascarar o hacer irreconocibles las señales transmitidas. Esta definición no es más que una extensión de la acepción corriente del término, pues, por ejemplo, Ío que se denomina vulgarmente “nieve” en la televisión es el resultado de la presencia de una señal no deseada, que se superpone a la deseada y disminuye la nitidez de las imágenes recibidas, del mismo modo que el verdadero ruido que se escucha en las comunicaciones telefónicas tiende a hacer menos inteligible la palabra. El ruido es perjudicial porque significa una alteración de las instrucciones que se están transmitiendo por el canal y, en consecuencia, la posibilidad de error en la selección de los signos en el receptor. Esta consideración resulta más clara en telegrafía. Supóngase que se han transmitido las instrucciones (señal) correspondientes a la letra esto es, (punto punto), o dos impulsos de corriente. Si, por casualidad, un agente externo (frente de ruido) produce por su cuenta un impulso de corriente precisamente en el intervalo que separa los dos puntos de la señal transmitida, lo que el telegrafista recibe es la señal (raya), es decir, la instrucción correspondiente a la selección de la letra t, en lugar de la i.

La presencia de ruido en los canales de telecomunicación es inevitable. Por consiguiente, al establecer un sistema cualquiera es necesario tenerlo en cuenta y proyectar los elementos del sistema de manera tal que se dote a éste de cierta “inmunidad” respecto de aquél.

De entre los diversos recursos a que apela la técnica para aliviar este problema, los más importantes son tres.

El primero consiste simplemente en elevar la potencia de las señales. Es el que se utiliza indistintamente en la conversación: cuando alguien se halla en un local ruidoso habla en voz más alta que cuando no hay ruido. En la telecomunicación, este recurso está limitado por importantes factores físicos y económicos, como es obvio.

Un segundo recurso, también natural, es el de la redundancia, es decir, la repetición de las instrucciones (por ejemplo, la repetición de las palabras cuando se habla por teléfono y hay mucho ruido en la línea). El lenguaje humano, oral o escrito, tiene un alto grado de redundancia, lo que permite a menudo captar el sentido completo de una oración, aunque no se perciban algunas de las palabras que la componen. A veces se aumenta artificialmente la redundancia, como cuando se deletrea por teléfono un apellido poco común.

Por último, la posibilidad de error puede disminuirse mediante el empleo de un método de codificación o transducción más adecuado. Por ejemplo, las transmisiones de radiodifusión por modulación de frecuencia están mucho menos expuestas a los efectos del ruido que las comunes de modulación de amplitud, difiriendo ambos métodos de transmisión sólo por la manera de realizar la transducción del sonido en ondas electromagnéticas. Véase un ejemplo más. Supóngase que hemos enviado el mensaje “mande un hilo de muestra”. Si, por efecto del ruido, el corresponsal recibe el mensaje en la forma alterada “mande un hilo de muestra”, el error carece lógicamente de importancia. En cambio, las consecuencias del error serían mucho más serias si el texto erróneo recibido fuera “mande un hijo de muestra”. Ello es así porque no todas las letras del abecedario tienen la misma importancia o el mismo valor informativo. La e es la letra más común en el castellano, y en un texto escrito podrían suprimirse todas las es sin desmedro de la inteligibilidad. En otros términos, el telegrafista, o el corresponsal, puede “adivinar” fácilmente que la letra que debió recibirse es una e y no una a. Mucho más raras son, en cambio, las eles y las jotas y no siempre es aparente la sustitución accidental de una por otra. Parece lógico, por lo tanto, que el código prevea instrucciones más detalladas para los signos menos frecuentes, o emplear más tiempo para la comunicación de éstos que para la de los más comunes. Morse, el inventor del telégrafo, tuvo en cuenta este aspecto del problema al idear su código, consultando los pedidos de tipos efectuados por una imprenta y asignando las señales más cortas a los caracteres de uso más frecuente. Con este criterio no sólo se combate el error, sino que se tiende a un mayor rendimiento del sistema en lo que respecta al tiempo de transmisión de los mensajes representativos.