24 octubre, 2025

Representación del intercambio de información entre emisor y receptor a través de un canal común y un código compartido.

Con el objeto de aclarar la naturaleza de estos problemas, es necesario detenerse un momento en la consideración de la esencia del proceso de la comunicación.

El objeto del mensaje es el de informar, esto es, transmitir una información. La información representa siempre cierto cambio, o posibilidad de cambio, respecto de un estado anterior, sea en la mente de quien la expresa, sea en el medio físico ambiental, percibido en este por el hombre o por la máquina. No es, en ningún caso, lo que cambia o puede cambiar. A los cambios corresponden signos (eventualmente signos de lenguaje), por ejemplo, palabras, longitudes de una columna mercurial, tensiones eléctricas, etcétera. La sucesión de los signos constituye el mensaje.

Para que sea posible la comunicación entre dos seres, la primera condición a satisfacer es la de que ambos se pongan de acuerdo acerca de la naturaleza de los signos que van a intercambiarse. Más aún, es preciso que ambos corresponsales estén conformes en valerse de un determinado repertorio de signos, que pueden ser las letras del abecedario latino, las palabras de un idioma determinado, ideas o frases enteras, etcétera. Por ejemplo, no es posible la comunicación cuando uno de los interesados transmite palabras y el otro pretende recibir imágenes de televisión, y tampoco es posible que dos telegrafistas se comuniquen si uno de ellos utiliza el alfabeto latino y el otro el cirílico.

Una segunda condición de posibilidad de la comunicación es la existencia de un sistema físico adecuado para la transmisión de la información. La comunicación oral no podría darse si no existiera el aire, ni la radio sería realidad si no fueran conocidas las ondas electromagnéticas. Por otra parte, como la información es cambio de estado, para que un medio físico responda a este fin es rentes. La telegrafía demuestra que el número mínimo de estados posibles de un medio de transmisión es el de dos. Todo medio físico que cada transporte de información recibe el nombre de canal. La sucesión de estados del canal constituye lo que se llama señal. Los signos de que están formados los mensajes, no siempre se hallan en una condición adecuada para su transmisión por el canal disponible. Consideren algunos ejemplos.

En el lenguaje hablado, la información que se desea transmitir (pensamiento, afecto o volición) se traduce en palabras (signos) en el cerebro del hombre. Para transmitirlas mediante el lenguaje oral, nos valemos de un complicado proceso psicofísico, en el cual el cerebro envía impulsos nerviosos a los músculos de la garganta y la boca, para modificar convenientemente el sonido producido por las cuerdas vocales y articular así la palabra hablada. Ésta es la señal, resultado de una transformación (o, en el lenguaje de la ingeniería de la telecomunicación, una transducción) del signo que lo hace apto para su transporte (como ondas acústicas) por el medio de transmisión disponible (el aire). 

La señal llega al oído del destinatario de la información en condiciones de volver a ser transformada en impulsos nerviosos, que recrean el signo transmitido en el cerebro de aquél. Es evidente la necesidad de un acuerdo sobre el repertorio de palabras, porque no es posible la comunicación oral entre personas que hablan diferentes idiomas, ni tiene sentido la palabra “sinclinal” para el que carece de conocimientos de geología. Por otra parte, el medio de transmisión (el aire) admite los cambios de estado (variaciones de presión) necesarios para la transmisión.

En este ejemplo, el medio de transmisión puede adoptar un número idealmente ilimitado de estados. Interesa considerar un ejemplo más sencillo, en el que el medio de transmisión sólo debe ser capaz de dos estados diferentes. Es el de la telegrafía Morse. En este caso, los impulsos nerviosos producidos por el cerebro del telegrafista están dirigidos a los músculos de la mano, previa una descomposición, mental o escrita, de las palabras, en letras del lenguaje escrito. La mano transforma así las letras del abecedario (signos)en una sucesión de puntos y rayas (señal), según el código de todos conocido. La señal telegráfica es muy sencilla, porque consiste solamente en una sucesión controlada de dos estados posibles -manipulador apretado y manipulador libre, a los cuales los aparatos asociados con el manipulador hacen corresponder, respectivamente, la presencia y la ausencia de corriente en la línea telegráfica, que en este caso cumple el papel de medio de transmisión. En el extremo remoto de la línea, las interrupciones de la corriente accionan un zumbador que produce sonidos cortos y sonidos largos en correspondencia con los puntos y rayas del código; el telegrafista receptor, sabiendo que se transmiten letras del alfabeto latino y conociendo el código adoptado para formar las señales, traduce dichos sonidos en letras y palabras. Advirtió que el sistema no sería útil si el medio de transmisión fuera incapaz de adoptar, bajo el control del telegrafista, el mínimo de dos estados diferentes a que antes se hizo referencia.