Información y comunicación
La transmisión de signos como fundamento común de todas las formas de telecomunicación.
La telecomunicación puede definirse como el arte de transmitir y recibir mensajes a distancia. En esta definición, el término mensaje se utiliza con una acepción más amplia que la que le asigna el diccionario.
Para la telecomunicación, el mensaje no es simplemente el recado de palabra que envía una persona a otra, sino más bien cualquier sucesión temporal de signos esencialmente variables. Signo, a su vez, es todo fenómeno que revela la existencia, causa o razón de otro, para lo cual debe reunir caracteres tales que permitan que un ser inteligente pueda percibir relación entre lo significante y lo significado.
Para comunicarse con sus semejantes, el hombre recurre a los signos de lenguaje, mediante los cuales expresa sus pensamientos, afectos y violencias. No obstante, para que un hecho físico sirva como signo de lenguaje, es necesario que las personas que se comunican acepten tácita o expresamente ciertas convenciones establecidas, de manera tal que la persona que percibe el signo de lenguaje lo relacione con la misma cosa significada que la persona que lo emitió. En el lenguaje corriente, este acuerdo es fruto de la herencia y de muchos años de aprendizaje. En otros casos es el resultado de convenciones explícitas, como ocurre, por ejemplo, con los signos que utilizan los topógrafos a fin de indicar en los mapas los accidentes del terreno.
Para la ingeniería de la comunicación no es muy importante que los signos transmitidos sean de lenguaje o no. Los problemas que la transmisión de un mensaje plantea son esencialmente los mismos cuando los signos provienen de la mente humana que cuando provienen de una máquina. El destinatario del mensaje puede ser también, indistintamente, el hombre o la máquina. En otros términos, el ingeniero se desentiende de lo significado, para ocuparse solamente de lo significante. Su problema es el de la transmisión de los signos con la fidelidad suficiente para la preservación de su valor significativo eventual, y dentro de las limitaciones económicas a que necesariamente debe ajustarse, a fin de que el resultado de su trabajo tenga una utilidad verdaderamente práctica.
Si se descartan los métodos primitivos de telecomunicación, tales como las señales de humo, el telégrafo óptico, etcétera, la telecomunicación nace con el telégrafo de Morse, en el siglo pasado. Con posterioridad, apareció el teléfono. La radiotelegrafía, la radiotelefonía, la transmisión de facsímiles y la televisión. En todos estos sistemas la transmisión es de hombre a hombre. Sólo avanzado nuestro siglo, y prácticamente ya en la Segunda Guerra Mundial, con la solución electrónica de los problemas del tiro antiaéreo, el radar, y la automatización industrial, cobra importancia, por cierto, extraordinaria, la comunicación entre máquinas.
Esta nueva técnica y la aglomeración de usuarios de los medios de comunicación a distancia de hombre a hombre obligan al ingeniero y al científico a detenerse en la consideración de la imperiosa necesidad de examinar a fondo el proceso de la comunicación, con el fin de plantear en justos términos sus problemas, como paso indispensable para buscarles solución. Porque en el campo de la comunicación, como en otros muchos, la tecnología se anticipó a la ciencia y fue resolviendo los problemas prácticos desde puntos de vista individuales y restringidos, sin entrar en el fondo de la cuestión. La telegrafía, la telefonía, la radio, etc., se desarrollaron así independientemente, sin que se advirtiera en estas técnicas, aparentemente tan distintas, la existencia de un denominador común, su objetivo fundamental: la transmisión del mensaje que las unifica y, sobre todo, señala el camino hacia la resolución de los problemas de fondo que les son comunes.
