Cómo crece el micelio: del laboratorio al objeto funcional por MOSH

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Para cultivar micelio de calidad del que se pueda obtener un material funcional, cada paso del proceso debe ser debidamente atendido desde la preparación inicial.
Crear un material a base de micelio
El micelio es una estructura del hongo, “la raíz”. Está compuesto por hifas, es decir, filamentos delgados que se esparcen bajo tierra, formando una red que descomponen materia orgánica y ayuda a la regeneración de nutrientes.
Aunque pasa desapercibido porque es silencioso y subterráneo, se expande por toda la tierra y la unifica. De la misma manera que lo puede hacer en contacto con sustratos vegetales que presenten las condiciones adecuadas para su desarrollo.
Para crear un material a base de micelio que, el hongo tiene que poder alimentarse de celulosa. Para formar la base que el micelio luego coloniza es preciso que estos residuos se limpien, esterilicen y se humedezcan.
MOSH es una empresa argentina que ha encontrado en el micelio una fuente para reinventar los envases. En lugar de depender de plásticos, la empresa integra estos tejidos biológicos con restos agrícolas y obtiene materiales que se descomponen de forma natural sin dejar residuos dañinos para producir packaging.
También, el ambiente debe estar acondicionado para que haya oscuridad o, en su defecto, poca luz, y unos parámetros de temperatura que oscilen entre los 18 y 28 grados Celsius. A esto se le suman humedad constante y un pH neutro o ácido.
En cuanto a la circulación de aire, la misma debe ser controlada. Porque necesita oxígeno. Pero no correntadas bruscas. No requiere fertilizantes ni arduo riego, dado que tiene buena capacidad de adaptación y eficiencia energética. Eso lo vuelve ideal para procesos de producción sustentable, que pueden desarrollarse en espacios urbanos.
Qué necesita el micelio para crecer
Preparación del sustrato
La elección del sustrato es lo primero. Es lo que funciona como alimento y soporte. Se pueden utilizar residuos agrícolas, como cáscara de trigo, viruta de madera, paja o aserrín. El material elegido se limpia y se esteriliza para eliminar todo microorganismo que no sea micelio y pueda expandirse en su lugar.
Una vez que el sustrato elegido está listo, se humedece y se coloca en bandejas o bolsas que darán pie a la segunda etapa.
El momento de incorporar el micelio al sustrato escogido ha llegado, y consiste en mezclar el hongo con el material orgánico preparado. Es preciso que el proceso sea completamente higiénico y preciso, porque la contaminación puede arruinar todo el cultivo.
Al terminar la colocación del micelio, se debe sellar el recipiente, conservando la humedad y, por ende, permitiendo que comience la expansión.
A medida que el micelio crece, se dedica a alimentarse del sustrato y habitarlo para transformarlo poco a poco. Esta etapa dura entre cinco y diez días. Termina cuando se forma una capa blanca y compacta que actúa como si fuera un pegamento. La red ha comenzado a formarse y se volverá cada vez más estructural y resistente.
Con la colonización avanzada, el material ya se puede pasar a los moldes. El diseño de estos determinará qué forma tendrá el objeto, es decir, si será una caja, bandeja o pieza decorativa.
En esta instancia, el crecimiento se interrumpe, el objeto se desmolda y procede a secarse, al aire o en horno. El secado es lo que detiene la expansión del micelio. Por lo que, si no se hace correctamente, este seguirá generando esporas, cambiando su forma, o hasta descomponiéndose.
Una vez que ya no tiene humedad, el material queda estable y está listo para ser usado.
El micelio ya ha sido cultivado, moldeado y secado. Ahora es un material que puede usarse para embalaje, protector o soporte de una estructura. Depende el tipo de sustrato que se haya utilizado y el tiempo de colonización, la flexibilidad, la textura o la dureza será diferente.
Esta materia viva se transforma en bandejas, macetas o lámparas, entre otros productos. No hay una sola forma de trabajar con micelio. Pero todo lo que se elabora con él tiene algo en común y es que es biodegradable. MOSH, por ejemplo, es una marca que trabaja con envases de micelio y promueve el cuidado del medioambiente a través del packaging compostable.
Tanto ellos, como otras empresas que trabajan en el rubro, han entendido que el fin del plástico y otros materiales contaminantes es inminente con la expansión de la funga, más allá de que aún no se haya instalado totalmente a los ojos de la sociedad.
No obstante, trabajar con este material implica trabajo manual y monitoreo. Todavía no se pueden mecanizar todos sus procesos, por más que haya laboratorios y marcas que hayan logrado entender por completo el ritmo natural de su crecimiento.
Orgánico vs sintético
No es lo mismo cultivar que producir en serie. El carácter vivo y orgánico del micelio hace que sea sensible a factores que en la industria de los sintéticos no están contemplados.
La contaminación del cultivo suele ser un problema. A veces, solo basta una espora ajena para arruinar todo un lote. Además, los factores vinculados a la humedad, la temperatura, o la calidad del sustrato sufren cambios de un día para otro, y esto significa diferencias en lo referido al color, la textura o la resistencia de piezas que apuntan a ser iguales.
Por otra parte, el plástico, la espuma, el cartón industrial y el cuero sintético provienen de un proceso petroquímico que se basa en aditivos artificiales. No como el micelio, que se cultiva sobre residuos agrícolas, crece con mínima energía y se vuelve un objeto útil sin crear otros subproductos tóxicos.
Lo que significa que no deja microplásticos y que no le hace falta un tratamiento especializado para poder degradarse. Simplemente, crece, se le da forma, se seca, cumple su función y vuelve al suelo.